jueves, diciembre 07, 2006

Árbol que nace torcido, 45 minutos y 35 kilómetros: títulos diferentes, el mismo cuento.


Fueron los 45 minutos más largos para Jessica, mi mamá y yo. Tiempo suficiente para ver a contraluz ocasionado por la luna y el tablero del vehículo como el semblante, que hace cuatro años sonreía por casarse hoy estaba demacrado.
45 minutos fueron suficientes para sellar con la entrega de sus cosas de cuatro años de matrimonio y dos hijas. Debo reconocer que jamás pensamos que 2006 estaría tan cargado de eventos desafortunados, la muerte de mi padre y la separación de mi hermana. Pero ahí estaba la Jessica inmutable al volante, conforme al saber que no pudo contra una genética claramente retorcida, de cómo un padrastro engañaba a su esposa con su hijastra, de cómo ese engaño resultaba quien ahora dice ser hermano de Ricardo (este último mi ex cuñado y ex compadre).
Admito papá que si tú estuvieras tendrías la palabra justa, o sabrías claramente que hacer, pero hoy no estás y se nota. Según la mamá sabías lo que pasaba, que la Jessica jamás iba a ser feliz con ese hombre y que los coletazos de esta ruptura no sólo afectarían a la Yessica sino también a Mauricio (mi otro hermano).
La luna llena grande y luminosa, cual gran foco, nos acompañaba en ese añoso y oscuro camino. Admito que por más que miraba a la Yessica, notaba que se pasaba -en momentos- las manos por sus ojos como evitando las lágrimas, pero la poca luz no me permitía verlo con claridad, tras mi asiento mi madre miraba por la ventana el manto de estrellas en el cielo, pensando en una respuesta lógica a todo lo ilógico de este asunto.
Aún recuerdo aquel día que te casabas por la iglesia, llegaste a la casa con una capa de maquillaje, sin mover los labios, pero con una evidente sonrisa. Hoy veo como el paso de los años, tus dos hijas (Daniela y Camila a quienes adoro) y de un marido que te robo el aliento y la ilusión te ha pasado la cuenta, te ves agotada, más desgastada. Te pasó la cuenta tratar de luchar contra la maldita genética. Recuerda que árbol que nace torcido jamás se endereza.
De todo esto, me da rabia el pensar en la mujer que capturó la atención de mi cuñado fue mi vecina, mas me duele pensar que ella estuvo en mi casa participando en asados -junto a Ricardo te reías de mi hermana y a la vez de todos- tratando de aparentar lo sufrida que eres al tener un hijo soltera, que para ser sinceros no sabemos quién diablos es el padre y no me alejo de la realidad si sostengo que ni ella lo sabe.
Nunca les perdonaré su falta de criterio y sobre todo de respeto con la familia, llevamos toda una vida de vecinos y aún así no dudaste -dudaron los dos- de cagar a mi hermana, aún en momentos que todos llorábamos por la pérdida de nuestro amado papá, cuando tu señora necesitaba del marido que juró amar y proteger, pero por sobre todo serle fiel (palabra que no conoce, estoy seguro). Ahora quédate con la vecina, dale el apellido a ese otro niño inocente -nacido no sé en que parada de tu camión- que tiene menos de un año. Total tus otras mujeres te pueden ayudar con tus camiones y micros.
Fueron los 35 kilómetros, y a la vez los 45 minutos, más largos de la vida de la Jessica, los más dolorosos, más silenciosos y de seguro los más tortuosos, fueron 35 kilómetros de desilusión y todo por querer enderezar un árbol que venía torcido y que como versa el refrán jamás se enderezó, ni lo hará.

1 comentario:

Anónimo dijo...

oie niño no seas flojito y actualiza tu blogs y flog.......................